martes, 25 de octubre de 2011

El Bugatti EB16.4 Veyron ha sido una de las obras de ingeniería automovilística más importantes de este inicio de Siglo XXI. Un modelo con el que, según las malas lenguas, aún hoy en día Bugatti (y por tanto el Grupo VW) pierde una importante cantidad de dinero por unidad fabricada. Un sueño megalómano llevado a cabo gracias a la iniciativa de Ferdinand Piëch, quien puso todo su esfuerzo y el de la tecnología disponible en VW para poder crear un superdeportivo único e inimitable que pasará a la historia de la automoción.

Escuchar hablar de sus 1.001 CV de potencia a 6.000 rpm puede que ya no sorprendan tanto como hace unos años, pero su rendimiento, su tecnología y lujo o su precio (más de un millón de euros por unidad, excluyendo impuestos) hablan por sí mismos. Con tales características no es de extrañar que el corazón capaz de mover al Veyron a 407 Km/h (y capaz de hacerle acelerar de 0 a 100 Km/h más rápido que un Fórmula 1 actual) tenga características muy interesantes y un mimo y cuidado extremos para su fabricación.

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